- Cuales son tus proyectos más recientes? y en que estás actualmente?
- Los últimos años he tomado conciencia de que buena parte de mi obra tiene que ver con la relación estrecha e íntima que guardan la finitud existencial y la escucha. Por esto llevo unos cinco años aproximadamente trabajando en ello de manera extensa y profunda con proyectos como Petit Bardo, un proyecto de comisariado en el cual invito a diferentes artistas sonoros a crear y publicar obras sonoras que propongan cómo sonaría una última escucha en un paciente o en ellos mismos. Otro proyecto que acabo de realizar es una instalación sonora con los infra-sonidos de los latidos del corazón de las personas a las que quiero y que algún día morirán. La instalación se llama ‘Bihotzez’, que en euskera significa ‘de corazón’.
- Como abordas el aspecto de la “representación”?, tanto en el sentido visual u objetual como en el de su funcion vehicular
- No estoy interesado en la representación de ninguna manera. Creo profundamente en que las obras se presentan a sí mismas y que esa labor la realiza, en realidad, el público que la atiende. Me siento más cercano al concepto de ‘situación construida’ que utiliza Tino Seghal, que en realidad se inspira en el situacionismo. Por eso, mi obra la divido esencialmente en dos: entre las situaciones y las publicaciones. Todo obra o dispositivo cultural es en sí mismo una situación, la diferencia puede que resida en la mayor o menor capacidad efímera que tenga una obra en relación con la percepción temporal humana y su finitud. Dicho de otro modo, una obra está destinada a ser un desbordamiento perceptual de la propia experiencia humana y esto no tiene nada de representacional sino de experiencial.
- Como ves el mundo actual? Ves señales de que estemos asistiendo al fin del imperio capitalista?
- Siguiendo con la respuesta anterior, casi que preferiría cerrar los ojos y escuchar.
MIKEL R. NIETO
- Respecto al ámbito conceptual en el arte actual, Annie Le Brun, en su libro “Lo que no tiene precio” afirma: Es inutil mirar para ver, cuando ya hay “operadores verbales” que lo hacen por nosotros… refiriéndose al desarrollo argumental que suelen conllevar las obras. Y se pregunta: ¿he de precisar que esos “manuales de instrucciones” destierran todo lo sorprendente, lo arriesgado, lo sobrecogedor que pudiera esperarse del encuentro con una obra de arte? Que opinas de esta situación?
- Desconozco el libro, así que en mi humilde opinión sólo podría tratar de responder a la pregunta y no tanto al contexto de la misma. Como apuntaba previamente, tal vez deberíamos empezar a entender que existen entidades, como son los ‘hiperobjetos’ mucho más grandes que nosotros y salirnos del centro definitivamente. No únicamente de manera perceptiva y aceptar nuestra derrota como seres limitados que tratan de proyectarse como lo contrario. Por ello, hemos hecho del lenguaje una herramienta para la creación de la diferencia y de la jerarquización, mientras otros objetos y entidades sencillamente nos desbordan una y otra vez, silenciosamente.
Tal vez por ello, existan experiencias sobrecogedoras frente a la obra de arte, aunque esta tradición de pensamiento bebe en la idea de lo sublime Kantiano, tan peligrosa lo romántico. Quiero pensar que la obra de arte es hostil al placer y los placeres cambian y mutan y se desplazan como los límites de nuestras morales y éticas sociales. Nada está fijado, sino en un movimiento constante que hace que las mismas palabras y aquello a lo que apuntan resulten, en cierto grado, inútiles desde su escritura hasta su lectura y comprensión posterior. En este sentido, creo firmemente que el arte puede estar más bien en este proceso inútil por definición o en ese intento por vencer que es derrotado sin remedio. Esta derrota, insisto me seduce mucho más que la inclinación del arte contemporáneo por comunicar e informar, como bien apunta Byung-Chul Han en su libro ‘Non-things: Upheaval in the Lifeworld’:
“Lo problemático del arte actual es su inclinación a comunicar una opinión preconcebida, una convicción moral o política: es decir, su inclinación a comunicar información. La concepción precede a la ejecución. Como resultado, el arte degenera en ilustración. El proceso expresivo ya no está determinado por una fiebre indeterminada. El arte ya no es un trabajo manual que transforma las cosas, sin intención, en una cosa, sino un trabajo mental que comunica una idea prefabricada. El arte se ve embargado por el olvido de las cosas. El arte se deja poner al servicio de la comunicación. Se vuelve torcido; se inclina hacia la información y el discurso. Quiere instruir en lugar de seducir.”
SAN SEBASTIÁN, 1980
- Que piensas del dolor como inspiración hegemónica en el arte conceptual.
- Por comenzar a contestar por el final, no creo que exista un arte conceptual como tal fuera del mercado del arte contemporáneo. Todo arte es conceptual, de la misma manera que es político. Sólo son etiquetas regidas por un mercado y sus valores, a los cuales no me siento muy cercano.
Por ello, creo que la expresión ‘hegemónica’ pueda resultar adecuada y más todavía si viene precedida de la palabra ‘inspiración’ que en buena parte interpreta la práctica artística como un acto romántico y como un viaje personal repleto de egocentrismo poniendo en el centro al individuo. En este momento histórico es donde se funda el mismo concepto de individuo y de subjetividad, no sólo por derecho sino por obligación de ser vivido y experimentado. Hoy empezamos a descubrir que puede que no sea el único viaje posible, sino el único evitable si realmente queremos comprender qué somos, además de humanos, demasiado humanos.
Sin embargo, el dolor se escribe en singular, como bien decía Chantal Mallard en su libro '¿Es posible un mundo sin violencia?’. El dolor es inherente a todo ser vivo, pero no es patrimonio meramente humano. Mientras sigamos sin entender que tenemos la necesidad y la responsabilidad de hacernos cargo del dolor del Otro para siempre seguiremos sin entender nada más que a nosotros mismos.
Pongo en duda todo aquello que se acepta sin ser cuestionado previamente, en este caso la experiencia del dolor como condición de posibilidad para la creación de una obra artística rubricada por un artista y para una clase determinada de audiencia o publico. No creo que sea la única manera de crear ni de gestionar el dolor. Puede, por ello, que me sienta más cercano a la capacidad de consuelo que nos ofrece la música, como diría el bueno de Ramón Andrés.
ENTREVISTA
Mil gracias Mikel, eres muy amable. Nos vemos pronto!
Artista, curador eventual e investigador independiente.
Su trabajo se centra principalmente en el estudio de los diferentes aspectos socioculturales y políticos que surgen del acto de escucha. La escucha como fuente para la creación sonora de situaciones específicas y como fuente para un pensamiento crítico y una escucha abierta.
Ha colaborado durante años con Audiolab en Arteleku de San Sebastián en proyectos como “Soinumapa”, el Mapa Sonoro del País Vasco y “Hots! Radio». Forma parte de la plataforma “Mediateletipos” escribiendo varios textos sobre sonido, ruido, escucha y redes musicales.
MIKEL R. NIETO
- Cuéntanos primero un poco de tu trayectoria, de tus trabajos y de tus intereses.
- Empecé a escuchar el mundo desde otra perspectiva cuando mi padre estaba ingresado en el Hospital. Mis primeras grabaciones las realicé entonces, en el hospital, con un móvil pequeño. Después de su muerte me di cuenta del poder que tenía el sonido ya que aquellas grabaciones tenían más capacidad de traerme a mi padre que unas fotografías.
En aquella época me gastaba todo el dinero en comprar CDs para escuchar todo tipo de música y la mayor parte de mi círculo eran músicos. Muchos de ellos venían a mi casa para escuchar músicas diferentes. Uno de estos amigos me trajo un día un software para hacer música y no le hice ni caso hasta tiempo después, seguramente un año aproximadamente. Fue entonces cuando empecé a hacer cosas raras con sonido.
En realidad mi formación estaba enfocada hacía la gráfica, es decir, el grabado y las técnicas de estampación, que en cierta manera guardan una estrecha relación con la música y sus formatos de reproducción como el mismo acto de escucha, ya que ninguna escucha es igual a otra pese a que atienda al mismo sonido.
Estos fueron mis inicios. Posteriormente empecé a estudiar Bellas Artes pero no tenían nada de sonido y terminé por abandonarlo. Era una pérdida absoluta de dinero y de tiempo. Empecé a colaborar con el laboratorio de audio que había en Arteleku y tratar de romper todos los programas para audio que encontraba. Desde entonces, sigo haciendo lo mismo y ahora soy profesor dentro del único Master de Arte Sonoro que hay en España.
- La música es muy importante en tu trabajo, como definirías su caracter trascendente?.
- La música, entendida como un producto cultural no me interesa en exceso, me interesa mucho más su capacidad para desbordar el lenguaje y el pensamiento. También pienso, aunque pueda parecer irónico y tal vez lo sea, en esa idea que tenía en la mente Pascal Quignard cuando inició su propia editorial para publicar sus propios libros que los entendía como seres vivos que le transcenderán en su propia existencia. Seguirán estando vivos cuando muera, decía. Puede que por ello, me incline hacia la música por la necesidad de consuelo por este motivo, como nos recuerda Ramón Andrés en uno de sus últimos libros. Aunque esta inclinación se desarrolla en mí como persona y no tanto en mi trabajo o mis obras como artista. Buena parte de mi trabajo trata y apunta seguramente a lo contrario, aunque no creo que esto me competa a mi decirlo.
- Que tipos de musica escuchas?
- La respuesta fácil sería decir que sólo escucha buena música, al margen de los estilos y las etiquetas, al margen de la historia y sus épocas. Otra respuesta más realista en mi día a día seria decir, no tanto lo que escucho como lo que no escucho. Esencialmente evito escuchar algoritmos, aunque a veces resulte inevitable. Trato de desarrollar un gusto musical por sonidos que no quiero oír, ni atender, ni escuchar y sobre todo aquellos que la sociedad rechaza. Esto me resulta de un gusto musical muy exquisito, como un cadáver. Mi escucha es muy curiosa y atiende más bien aquello que dejamos al margen del espectro de la escucha y la atención. Disfruto mucho de aquello que no tiene ni acogida ni protección social en la escucha.
Tal vez por ello me resulta sugerente las recientes interpretaciones del Avalokitasvara, es decir, “aquel que ha percibido un sonido” o todavía mejor "el que escucha los gritos del mundo”, tal vez por ello es "el Señor que mira hacia abajo” y "el Señor que mira en todas las direcciones”. No me interesa su capacidad para escucharlo todo, como la tecnología ‘surround’ como la capacidad para inclinarse por aquello que nos duele y que nos genera finalmente compasión porque tal vez la escucha vaya de esto: de estar al mismo compás entre lo que suena y lo que me hace sentir. La música, por ello, no es percepción sino un mero producto. Esta es la música que no evito.
- Tal vez al hilo de la anterior pregunta, como crees que debe convivir lo social, la conciencia social, y la conciencia de finitud del ser humano, o sea “la vida y la muerte” en el arte?
- Creo que todavía estamos empezando a digerir aquello que nos desveló Marcel Duchamp con sus obras: la necesidad de interpretación por parte del público para completar la obra. Una obra de arte necesita ponerse en relación, de la misma manera que un libro necesita ser leído. La obra no es tanto una cuestión formal, sino una cuestión relacional. Aunque personalmente me interese más leer aquellos libros huérfanos, aquellos libros que la historia a despreciado en su propio contexto. Siguiendo la estela de Pascal Quignard, no estoy tan interesado en quienes escriben la historia porque son, como diría Walter Bejamin, los vencedores, sino en los perdedores, es decir, en la escucha de aquellas voces que no fueron escuchadas en su momento y en su contexto.
Por ello, me cuestiono si existe realmente la conciencia de clase o si es lo que realmente lo que necesitamos o lo que está en juego desde siempre. Tiendo a pensar que algo de razón tenía Karl Marx cuando nos apuntaba hacia necesidad de pensar en la conciencia de clase. Seguramente referenciarle en estos tan tiempos modernos en los que estamos inmersos pueda generar un cierto rechazo, de la misma manera que el anterior apunte sobre los perdedores. La post-modernidad no tiende hacia el futuro, sino que nos pone el pasado enfrente una y otra vez de otra manera, aparentemente novedosa. Mucho tendría que decir al respecto Mark Fisher, me temo, quien rescató muy inteligentemente el concepto de hauntología.
Un fantasma recorre Europa desde hace tiempo y este fantasma no es singular, sino plural. Son muchos los fantasmas los que nos rodean y como tales no somos capaces de percibirlos enteramente, en su plenitud. Un buen ejemplo de ello podría ser precisamente la finitud, algo impensable para nuestra mente, ya no sólo para nuestra conciencia. Me pregunto si en realidad no estamos, hoy más que nunca, inmersos en un conjunto de ‘hiperobjetos’, como diría Timothy Morton. Parece que estamos tratando de abarcar lo inabarcable cuando realidad deberíamos de empezar por aceptar la imposibilidad de este gesto: sencillamente no podemos ser conscientes de ser finitos. Podemos jugar con los conceptos y las palabras, pero la realidad es mucho más que un virus, que cantaría Laurie Anderson.